lunes, 1 de enero de 2007

No evolucionamos


Es vergonzoso que el periodismo español todavía no distinga, o no quiera distinguir, entre el antievolucionismo frontal y la crítica teísta al darwinismo. Ésta es una crítica filosófica a presupuestos filosóficos. Lo científico y probado, a saber, que hay evolución, no lo discute nadie con dos dedos de frente.

¿En qué difieren las tesis en conflicto? Yo diría que en la naturaleza misma de la vida, más que en su origen, cuestión derivada de la primera. Toda esta tontería de las "propiedades emergentes" se ha inventado para rellenar los huecos del neodarwinismo, que quiere formar vidas sólo por agregación aleatoria de materia. Es como si hablásemos de los "predicados emergentes" que pertenecen a un sujeto por la concurrencia de elementos circundantes al mismo. Bobadas. O mis predicados se desprenden de mi noción, o no son míos. Ésta es la única razón que hace que yo sea el mismo ahora que un año atrás: el vínculo necesario -y necesario significa "a priori"- entre todo lo que me sucede y mi noción de sujeto, es decir, lo que en filosofía llamamos substancia o alma.

Ahora bien, las especies que evolucionan no son sujetos reales como los individuos que las integran (y que no evolucionan). Son abstracciones del lenguaje, agrupaciones imaginarias. Siendo nominalistas y cambiando el sentido normal de las palabras, es legítimo sostener que nada evoluciona, que es la interacción del medio y la herencia genética la que permite el desarrollo de individuos morfológica y/o funcionalmente distintos a sus antecesores. Luego, si nada evoluciona, todo es desde siempre, y el orden, lejos de ser la consecuencia del choque de los cuerpos, es su causa.

Y digo que es justo que la ciencia empírica no se ocupe de estas cosas que escapan a su objeto de estudio, pero no que las desprecie y las excluya con tal de engordar sus hipótesis con ideología.

Centrémonos en la mente del individuo. Tenemos la emisión de señales químicas y el desarrollo de las sinapsis. Bien. Pero ¿garantiza eso que mis recuerdos de infancia sean esencialmente los mismos hoy que dentro de cincuenta años, cuando todo mi cuerpo, y en particular mi cerebro, habrán cambiado cada átomo de su composición? Yo puedo entender que, si me desgarro un dedo, al poco tiempo y gracias a la programación celular vuelva a tener la carne restañada en su estado original. Ahora bien, los materialistas no se cansan de decir que cuando se daña la parte de nuestro cerebro relativa a la memoria padecemos amnesia. Y, aunque ellos lo usen para fundamentar (mal) sus hipótesis totalizantes, el dato en sí es evidente y está probado por los hechos. Yo cuestiono, pues, lo que sigue: ¿No equivale el crecimiento, en tanto que cambio total de la materia de un sistema cerrado, a un severo daño? Se dirá que el cambio es muy pequeño y gradual, pero al cabo de un tiempo es un cambio completo. Sólo queda una salida: argumentar que la materia se muda y permanece lo estructural. Mas tal distinción, por dualista, no me satisface.

Lector: tú y yo, todos los participantes de este blog y la especie humana al completo poseemos una estructura cerebral similar, si bien individualmente almacenamos recuerdos muy distintos. Entonces, o bien la materia decide la función, o bien la función decide la materia. Por función entiendo, es verdad, la materia misma en un estadio organizado. Y eso significa que, mientras se mantenga como organismo, es superior a la entropía causada por su entorno. Alego, además, que nuestra estructura cerebral como especie es similar, y que en consecuencia nuestro principio de individuación, o parte de él, está en la memoria, que no puede ser otra cosa que la concreción y afinamiento de esa estructura según nuestras experiencias. Y la memoria no es más –convenís conmigo- que materia organizada. Ni menos.

Materia organizada... ¿por quién o por qué? "Organizada" es un participio, y como tal presupone el sujeto causal que lleva implícito. Es, en este sentido, igual que la palabra "hecho". Hablar de "hechos incausados" es un oxímoron, una incompetencia lingüística. Es tanto como decir "hechos no hechos". De modo que la materia organizada sólo puede organizarse a partir de tres sujetos: 1) materia organizada preexistente (lo cual posterga el problema y no lo resuelve), 2) materia no organizada (lo que es absurdo) y 3) algo distinto a la materia. El evolucionista ortodoxo se quedará con el punto 2), pero ¿es admisible?

En primer lugar, acepto que toda materia tiene cierto grado de organización. así que, más que de materia no organizada, hablaríamos de materia menos organizada o ínfimamente organizada, según nuestros parámetros. Ahora hemos de recurrir a la metafísica, que es la que me ha obligado a pensar que la hipótesis 2 es absurda. El efecto nunca puede ser superior a la causa. Esto no es sólo un dogma de fe, sino que lo prueba la física al constatar la imposibilidad del "perpetuum mobile". Así, una materia organizada en grado 1 no puede causar materia organizada en grado 10, si por organización entendemos algo distinto al insensible devenir de las cosas, esto es, al ciego chocar de los cuerpos. Y, por cierto, de este modo debemos entenderlo, ya que hemos convenido que, pese al crecimiento -que es una forma de designar las transformaciones físico-químicas que se dan en nosotros por el mero transcurso de los días- mantenemos funciones esencialmente invariables. Hay una resistencia de todo cuerpo organizado, una voluntad intrínseca de conservarse a pesar de todo que no se da en aquello cuya existencia está supeditada a posibilitar con su continuo relevo el mantenimiento de una forma o función superior. Tras detener una infección, los glóbulos blancos se eliminan en su exceso para no perjudicar al cuerpo que los alberga.

Me pregunto, en suma, cómo puede la materia poco organizada ser causa eficiente de la materia muy organizada, si pasamos por que la organización consiste en subordinarse (subordinar es sinónimo lejano de "organizar") lo simple a lo complejo, y no en un mero agregado casual de cuerpos que se encuentran y se separan. En breve, ¿cómo puede lo simple subordinarse a lo complejo para que exista, si lo complejo no existe todavía? En fin... si se excluye cualquier principio extramaterial, lo simple no podría salir de su simplicidad más que por un azar combinado con las variables de la selección. Eso equivaldría a definir el desarrollo de la vida como la subordinación casual de un número indefinido de cuerpos, que en conjunto es lo suficientemente apto para existir y perpetuarse en un entorno dado.

Lo que sorprende es que la evolución así concebida admita dos tipos de crecimientos radicalmente opuestos: el crecimiento ordenado a la estructura (lo más simple depende de lo más complejo) y el crecimiento ordenador de la estructura (lo más complejo depende de lo más simple). En ambos casos lo simple tiende a lo complejo y las estructuras más simples acaban subordinándose a estructuras menos simples, sólo que mientras que en uno "subordinar" significa asimilar y mantener, en el otro equivale a crear y componer. Si la composición es azarosa, el mantenimiento de estructuras no lo es, ni lo sería siquiera en un entorno en el que la selección no operara. ¿Cuándo, pues, deja de ser azaroso el flujo de acontecimientos y se ordena al fin de la autoconservación de un organismo? ¿Cuándo nace un organismo, si su organización no es más que una desorganización encubierta? ¿En el momento de re-producirse? ¿Acaso no está ya producido como organismo el que ulteriormente adquiere esa capacidad multiplicativa?

El crecimiento ordenador de la estructura es aquel cuya expresión máxima sería lo que los neodarwinistas llaman "abiogénesis" sin saber muy bien lo que tienen entre manos. Parece que las leyes ateleológicas del neodarwinismo, si hay tales, funcionaran sólo hasta la consecución de individuos más o menos complejos. Es decir, que el crecimiento ordenado y no ordenador empezase a darse en un cierto momento de la evolución, en el que ésta claudicaría.

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