jueves, 26 de marzo de 2009

Espuma




Ser hombre es también una forma de impotencia. Mas si la humanidad se definiese sólo por lo negativo, no sería nada. Por tanto, son necesarios fines para de-finirla. Ahora bien, el placer carece de ellos, pues, al acompañar a toda acción voluntaria, no puede ser un fin al que éstas se dirijan, salvo que reduzcamos la experiencia objetiva (el salir del peligro) a la emotividad. Ergo el placer, en cualquiera de sus formas impotentes e infecundas, no es ajeno al hombre, pero tampoco lo define. Contribuye en cambio a desdibujarlo en un difuso horizonte de dichas y desgracias.

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