martes, 17 de marzo de 2009

Las pulgas de Chesterton




La diferencia real entre paganismo y cristianismo se resume perfectamente en la diferencia entre virtudes paganas o naturales, y esas tres virtudes cristianas que la Iglesia romana llama virtudes de la gracia. Virtudes paganas o racionales son cosas como justicia y templanza, y la Iglesia las adoptó. Las tres virtudes místicas que el cristianismo no adoptó, sino que inventó, son fe, esperanza y caridad (…) Quiero limitarme a decir dos hechos evidentes. El primero es que las virtudes paganas, como la justicia y la templanza, son virtudes tristes, y que las místicas virtudes de fe, esperanza y caridad son virtudes gayas y exuberantes. El segundo hecho evidente, aún más evidente, es que las virtudes paganas son virtudes razonables, y (…) que cada una de estas virtudes místicas o cristianas incluye una paradoja en su propia naturaleza (…) Caridad, o significa perdonar lo que es imperdonable, o no es una verdadera virtud. Esperanza, o significa esperar cuando las cosas están ya perdidas, o no es una verdadera virtud. Y Fe, o significa creer lo que es increíble, o no es una virtud. Caridad es el poder defender lo que es indefendible. Esperanza es el poder ser amable en circunstancias que sabemos bien son desesperadas (…) Cualquiera que sea el significado de Fe, debe significar siempre una certeza acerca de cosas que no podemos demostrar (…).

Pero existe otra virtud cristiana, más evidente e históricamente conectada con el cristianismo (…) El pagano declaraba gozar de su propio yo. Pero el fin de su civilización ha demostrado que un hombre no puede gozar de sí mismo y seguir gozando de ninguna otra cosa… Mientras se suponía que el más pleno disfrute hay que encontrarlo extendiendo nuestro yo hasta el infinito, la verdad es que el más pleno disfrute hay que encontrarlo reduciendo el yo a cero (…) Humildad es lo que continuamente renueva el mundo y las estrellas. Es la humildad y no el deber, lo que preserva de error a las estrellas, del imperdonable error de la resignación a la causalidad (…) Si viéramos el sol por primera vez, nos parecería el más temible y hermoso de los meteoros. Pero cuando lo vemos ya la centésima vez lo llamamos (…) “la luz de un día común y corriente” (…) Quisiéramos entonces exigir seis soles, o exigir un sol azul o uno verde. La humildad nos pone siempre en la primera oscuridad. Allí toda la luz es brillante, sorprendente e instantánea (…) Para el hombre humilde y sólo para él, el sol es de verdad un sol; para el hombre humilde y sólo para él, el mar es de verdad un mar. Cuando este hombre mira por la calle los rostros de la gente, no es que se dé cuenta de que están vivos; se da cuenta, con una dramática alegría, de que no están muertos”.


Chesterton (citado por Ricardo Aldana).

Vía.

14 comentarios:

Radagast dijo...

Pues qué quieres que te diga. Yo soy ateo y soy feliz. No veo la necesidad de creer en nada mágico para poder definir mi yo, ser honesto o caritativo con los demás. No necesito creer en algo místico para poseer una moral similar a la de un cristiano.
Es más, si es por humildad, creo que verte a ti mismo como una simple mota de polvo es más humilde que creer que eres especial por haberte creado un ser omnipotente, sabio y bondadoso.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Pulvis eris et pulvis reverteris.

Hugo dijo...

Creer que el cristianismo "es el único modo de ser feliz", como has apuntado en mi blog de la mano de Wittgenstein, es una temeridad.

Soy ateo y no sé si soy feliz, yo diría más bien que no. Pero tampoco me importa mucho, pues la felicidad no es mi prioridad, aunque Punset últimamente me esté persuadiendo de lo contrario. Sin embargo, dudo mucho que un creyente tenga más posibilidades de ser más feliz sólo por el simple hecho de creer que todo esto lo ha creado alguien con un fin, y no una guía ciega.

Por otro lado, estoy completamente de acuerdo con Radagast :D

Gracias por devolverme el enlace. Un placer hacer negocios con usted jaja. Ciao.

Radagast dijo...

No había oído antes esa expresión en latín. Ya veo que su traducción al castellano no es exacta, pues originariamente está expresada en combinación de futuro imperfecto y futuro perfecto. Aunque no sería "et in pulverem reverteris", en acusativo con preposición?

De todas maneras, efectivamente creo con firmeza en esa sentencia.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Es muy probable que no lo encuentres convincente, pues la conclusión es muy rotunda, pero, si sirve como autoridad añadida, La Rochefoucauld defiende aquí el punto de vista wittgensteiniano. Fuera del cristianismo hay salvación, mas no -o difícilmente- felicidad.

El placer es mutuo.

Saludos.

Radagast dijo...

Muy interesante el documento, en serio.
Creo que es muy pertinente la anotación de "o muy difícilmente". Por lo menos si te refieres en contraposición al ateísmo (y no a otras creencias religiosas). Saber que vas a ser salvado y que a tu muerte te espera una eternidad de dicha hace que en vida te sea más sencillo alcanzar el estado de felicidad.
Hume, según su biógrafo, murió con tranquilidad y feliz, y había sido (y seguía siendo en el momento de su muerte) ateo. Lo digo como ejemplo, que conste, no como prueba de una verdad irrefutable.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Respecto al latín, efectivamente, cité de memoria y cité mal. Es: Pulvis es et in pulverem reverteris. Más me habría valido quedarme en el seguro español.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Radagast, a eso me refiero. Es un escollo insalvable para cualquier teoría el que la felicidad sea un estado subjetivo en el que inciden tantísimas variables y tan cambiantes. Pero hay una regla universal para la virtud, que nos conduce a moderar las pasiones a través de la razón. Ahora bien, la razón es algo más que un juicio: es también la cadena de verdades que lo apoya, y que de no descansar en una verdad trascendente tiene escasa fuerza, por lo que acaba marchitándose inevitablemente entre los hombres.

Me parece insuperable lo que Leibniz escribe sobre la virtud de los ateos, así que -sin ánimo de marearte, y ya que encontraste interesante el anterior- te remito a este nuevo texto.

Radagast dijo...

Leibniz, estoy de acuerdo contigo, fue un genio insuperable, y sus escritos y descubrimientos lo son igualmente (como ejemplo basta el retazo que has posteado).
Pero no estoy de acuerdo con él. Y no estoy de acuerdo porque creo que la religiosidad no hace a ni la virtud ni a la moralidad. Pueden ir de la mano, pase. Pueden necesitarse, pase. Pero considero muy equivocado el asegurar que con creer en un dios hay moralidad o virtud. De la misma manera hay muchos religiosos y creyentes que no tienen una sola virtud ni practican la moralidad que en teoría poseen.
Ser ateo no es estar despojado de moralidad. Es negar la existencia de entes divinos o mágicos, y desde luego negar que además influyan en el ser humano. Sentadas esas bases puedes perfectamente respetar a los demás, ser caritativo con el prójimo, etc. Y no hace falta ser un genio como Spinoza para poseer esa moralidad.

Te pregunto: ¿y esa verdad trascendente de la que hablas ha de estar fundamentada en algo externo al Universo físico? Yo creo que no es necesario, y mi experiencia de la vida me dice que es así. Por supuesto que si tú o cualquier creyente estáis más a gusto con esas creencias pues adelante (lo que siempre digo) pero estaré totalmente convencido de que os equivocáis.

Héctor Meda dijo...

Fabuloso texto aunque la última parte no me acaba de convencer pues parece apuntar con su reducción del yo a una suerte de Dios impersonalista ajeno precisamente al orbe católico.

Aquí hay una interesante opinión de Ratzinger revindicando el yo, su realidad innegable.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Hector:

Lo de Ratzinger es San Agustín traducido al alemán. Supongo que lo traes a colación por eso de "reducir el yo a cero" que escribe Chesterton. Sin embargo, yo lo veo más como la aniquilación espiritual que predicaban ciertos místicos -aunque sea justicia recordar que algunos de éstos, como Margarita Porete, fueron aniquilados realmente por sospecharse su herejía, y otros, como Eckhart, sufrieron proceso y censura inquisitorial.

Un término medio entre los extremos materialistas (todo está permitido) y espiritualistas (todo está disculpado) es la humildad paradigmática del cristianismo, desplegada ante los fines finales sintetizados en Dios, de los que el fiel extrae el sentido de su vida; el cor contritum et humiliatum que da lugar a la gracia y al perdón.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Radagast,

Estés de acuerdo o no con Leibniz, tendrás que conceder que anticipó de un modo bastante solvente, y a un siglo vista, la monstruosa Revolución Francesa y las que la siguieron, de cuya huella la modernidad no se ha librado, porque todavía no la comprende en toda su extensión nihilista.

Enrique Arias Valencia dijo...

Excelente Chesterton, excelente post y excelentes comentarios. Irichc: te he tomado en préstamo tu última declaración en Razón atea.
Salud

Enrique Arias Valencia dijo...

¿Qué texto de Chesterton es el que posteáis?